TRABAJO: un nuevo concepto

Raúl se siente avergonzado, aunque no sabe de qué. Le despidieron hace tres años y desde entonces, en lugar de buscar trabajo de su profesión de toda la vida, lo que hizo fue empezar a dar rienda suelta a su pasión: la escritura. Como tenía algún dinero ahorrado, se lo podía permitir.

Pero a medida que pasan los meses cada vez se siente peor. Como si estuviera haciendo algo malo: no trabajar. Por miedo a que le critiquen no se atreve a contar a su familia y amigos que se pasa el día esforzándose en dar forma a su novela. Dice que nunca había trabajado más y más contento. Cada día se siente más satisfecho, aunque vive su apasionante experiencia en silencio.

Precisamente, ocultar su ocupación es lo que le hace darse cuenta de lo culpable que se siente por vivir sin trabajar y estar disfrutando tanto con su nueva actividad.

¿Qué le pasa a Raúl? Pues que al igual que muchos de nosotros, tiene en su cabeza un montón de creencias en relación al trabajo que en estos momentos chocan con su realidad, y esta incongruencia es lo que le hace sentirse culpable, inadecuado e inconveniente (fuera de la norma).

Algunas creencias que solemos tener en relación con el trabajo son:

  • Si lo que hacemos nos gratifica sólo económicamente, entonces SI es TRABAJO. Si nos gratifica emocionalmente, y nos gusta, y disfrutamos como locos, entonces NO es TRABAJO. Además, en este caso puede que nos sintamos culpables de ganar dinero con ello.
  • Si trabajamos para otros, y tenemos un horario y un puesto concreto, y nos desplazamos a una empresa, entonces SI es TRABAJO. Si trabajamos por nuestra cuenta, en casa y a nuestro ritmo, entonces NO es TRABAJO.
  • Si podemos separar lo que hacemos de nuestra vida privada, entonces SI es TRABAJO. Si tenemos integrada nuestra actividad en nuestra vida personal como la pasión que es para nosotros, entonces puede que sea un hobby, pero NO es TRABAJO.

Nuestra cultura nos inculca estas y otras creencias ya desde el colegio. Cuando los adolescentes tienen que decidir qué van a estudiar, se imaginan en un puesto de trabajo en una empresa antes que pensar en lo que les gustaría invertir su tiempo cuando sean adultos. Y si lo hacen al revés, los padres les recordamos la importancia de tener un trabajo bien remunerado esperando que reflexionen y “piensen” en la dirección adecuada. Como si verse disfrutando con lo que les apasiona fuera una desviación que hay que corregir antes de que sea un problema y nuestro hijo se convierta en una persona “sin futuro”.

Pensando así, es lógico que Raúl se sienta “fuera de la rueda”, improductivo socialmente, privilegiado injustamente, incomprendido y censurado, incluso puede que escuche que ha perdido la cabeza o que se ha desintegrado de la sociedad. Pero la realidad es que Raúl ha sabido aprovechar su despido para conectar consigo mismo hasta el punto de no importarle romper con todos los esquemas personales y sociales.

Si se cuestiona sus creencias sin prejuicios y se da cuenta de la desconexión que suponen entre su crecimiento personal y su vida profesional, entonces comenzará a disfrutar sin culpa de su cambio de vida. A partir de ahí Raúl reconocerá como trabajo la pasión a la que se entrega todos los días: escribir su novela, y no le importará el punto de vista de los demás. Sentirá que trabaja para él, escribirá porque en este momento de su vida es la manera que ha encontrado de satisfacer su necesidad de crear y compartir con el mundo algo que lleva dentro y siente valioso. La ecuación que tendrá sentido para él será:

TRABAJAR = SER TÚ MISMO

Si lo desea encontrará el modo de convertir su nueva vocación en su profesión futura porque ahora su trabajo estará concebido desde la conexión con su ser. Será el lugar donde desarrolle toda su creatividad, y donde disfrute de forma natural.