SOLEDAD: ¡Atrévete y no salgas corriendo!

  • Cuando Raquel llega a casa antes que su marido, no sabe qué hacer, se siente sola y se enreda en cualquier tarea con tal de que pase el tiempo.
  • Roberto no sabe estar solo, enseguida  enciende el televisor o pone la radio para que le haga compañía.
  • Miguel teme acostarse porque al estar solo se pone nervioso. Esa sensación no le gusta nada y dice que se deprime.


A menudo nos quejamos de las prisas y de que no tenemos tiempo para nosotros, pero también a menudo, en cuanto nos encontramos solos unos instantes, sentimos que nos falta algo. Entonces, para “no darle vueltas a la cabeza” buscamos cualquier distracción.

Solemos decir que nos aburrimos, pero en realidad es que huimos como del diablo de esa sensación de no tener nada que hacer ni nada con qué distraernos. El silencio y sentir que el tiempo nos está jugando una mala pasada deteniéndose, nos agobia y nos llena de incertidumbre.  Nos ponemos nerviosos, el buen humor se nos escapa, y si somos sinceros, sentimos un malestar incómodo que nos da miedo. Miedo de que los pensamientos que solemos espantar con cualquier actividad, se hagan presentes. De que aprovechen para acecharnos como fantasmas y dejarnos sin escapatoria contra la pared.

Si en alguna ocasión te has sentido así o de forma parecida y sólo te han dado ganas de salir corriendo, bienvenido al club de los que aún no han descubierto el placer de conectar consigo mismos.

•    No se trata de buscar un tiempo para hacer meditación o relajación o yoga, ni de estar en el lugar adecuado, ni de concentrarse, ni de alcanzar ningún estado distinto al que ahora mismo tienes.

•    Se trata sencillamente de ESTAR sin más. De conectar con lo que te rodea sin necesidad de cerrar los ojos, ni prepararte, ni esforzarte. Sin perseguir ningún objetivo más allá de SENTIR lo que ahora mismo te está sucediendo y de permitir que así sea.

•    Consiste en dejar de huir de tu sensación de soledad y atreverte a sentirla aunque te desconcierte y te suene a vacío. Recibe esta sensación como la llave que abre la puerta de tu corazón.

•    Permite que vengan todos los pensamientos que quieran a tu cabeza aunque no te gusten, permite todas las sensaciones físicas que se presenten y todos los sentimientos, y no intentes alejarlos. Recíbelos, siéntelos, escúchalos, no los discutas, no intentes cambiarlos ni analizarlos, están bien tal cual son. Verás como igual que vinieron se van y vendrán otros.

•    Y así sin darte cuenta, en este PERMITIR lo que hay, sucederán muchas cosas: descubrirás lo que te inquieta, lo que realmente te hace estar de mal humor, lo que  te preocupa pero no veías claro, lo que te ilusiona, lo que te contraría, lo que no te atreves a hacer o decir, lo que te da miedo…

•    Porque estando contigo mismo, en esta conexión tan íntima y sin forzar nada, sucede que el ego se hace pequeño, el orgullo se encoje y el miedo se distancia de forma natural.

•     Y parece que la realidad se llena de luz y de energía, se aclara y te ilumina. Y la pereza se disipa y las dudas ya no encuentran donde esconderse para seguir obsesionándote, y todo recobra cordura y claridad.

•    Y aunque nada ha cambiado y nada se ha resuelto en estos instantes, tu sensación es otra. Te sientes renovado, conectado a tu esencia. Y sabes que esto que está presente es tu SER porque ahora te reconoces. Te sientes satisfecho y pleno sin que nada especial haya sucedido. Y este bienestar tan difícil de describir, te alimenta y te refuerza, y hace que te respetes y te valores un poquito más. Tú lo sabes.

Hazte un regalo y aprovecha este mismo instante para conectar contigo.