¿Cuántas veces le repites a tu hijo que tiene que estudiar y lo importante que son las notas? ¿Cuántas veces le exiges ser como en realidad te gustaría haber sido tú? Seguramente piensas que tú deberías haber estudiado más a su edad y pretendes que él aprenda de tu experiencia.
Pero, ¿es esto eficaz? Pues no. La cuestión es que no eres consciente de que tu hijo sólo puede aprender de su propia experiencia y que lo que le repites un día tras otro no es más que música para sus oídos vacía de palabras. Proyectamos en nuestros hijos lo que anhelamos para nosotros: responsabilidad, respeto, motivación, compromiso… Se lo exigimos a ellos porque nos supone mucho menos esfuerzo que aplicárnoslo a nosotros. Como no nos aceptamos en nuestras carencias, suele suceder que pretendemos despejar nuestra culpa asegurándonos que ellos sí serán como “deben” ser.
Pero aún hay más en cuanto a educación se refiere. En realidad, ¿qué le ensañamos a nuestros hijos?
Seguramente le dices que no discuta con sus compañeros y con sus hermanos, que hay que dialogar y que no se levanta la voz, que hay que escuchar a los demás… Y eso es justamente lo que tú haces con él y lo que os ve hacer en casa.
Reconozcámoslo: les decimos una cosa con la boca pero otra muy distinta con nuestra conducta, incluso la contraria. ¿Dónde crees que aprenden a discutir, a callar, a gritar, a no dejar hablar o a responder con frases hechas?, y todo para quedar por encima como el aceite en cualquier discusión cotidiana, porque esto también se aprende.
No olvidemos que nuestros hijos son expertos en aprender imitando. El aprendizaje vicario o aprendizaje social, desarrollado por Bandura, es una técnica muy potente basada en aprender de un modelo. Con él se explican por ejemplo las conductas agresivas o sumisas en hijos de padres maltratadores o víctimas. Yo diría que aprender mimetizándose con el entorno es casi inevitable, parecido a lo que nos sucede cuando no podemos evitar que se nos contagie un acento.
¿Qué esperas si cuentas a tu hijo que no se pega pero le tiras de los pelos cuando no puedes con él?. Aunque luego te justifiques diciendo que no va en serio y que tu hijo lo sabe, lo cierto es que le estás enseñando a resolver sus conflictos pegando y dar salida así a su frustración.
Date cuenta de lo que en realidad enseñas a tus hijos. No olvides que tú eres su referente. Observa tu parte de responsabilidad y recupera la autoridad moral sobre tu hijo.
Y en el colegio las cosas son muy parecidas. Muchas veces los profesores no son conscientes de lo que enseñan con su actitud. Por ejemplo, cuando sutilmente haces unas risas con tus alumnos acerca de otro profesor. Es posible que así se sientan congratulados contigo y te “ganes” su confianza, pero date cuenta de que tu mensaje es: “hablo con otros lo que no me atrevo a decirte a la cara y de paso me vengo de lo que me haces o de lo que no me gusta de ti y me fastidia”.
Estamos de acuerdo en que tenemos la responsabilidad como adultos que somos de transmitir a los niños y los adolescentes unos valores. Pero démonos cuenta de lo que realmente les hacemos llegar