Cualquier tiempo pasado, no es presente

¿Qué nos lleva a mirar al pasado? A cierta edad parece lo normal. Un buen día te avisan de una reunión de antiguos alumnos del instituto, de compañeros de la universidad, o de la pandilla de verano. Quizás una antigua pareja contacta contigo.

Entonces, ¿sientes nostalgia?, ¿se te hace un nudo en la garganta?, ¿notas que se te encoje el estómago?, ¿sientes miedo?, ¿vergüenza? , ¿alegría?.

Aunque solemos creer más a la cabeza que al corazón, resulta que cuando se trata de mirar al pasado, a veces dejamos que los sentimientos de nostalgia nos inunden, porque al fin y al cabo son mucho más interesantes que los del presente.

Y la memoria se alía con la cabeza y juntas viajan en el tiempo para hacer más hermosa nuestra juventud de lo que fue y nuestros recuerdos más luminosos, más tiernos y excitantes. Agrandamos todo lo que nos gustó y olvidamos lo que no. Y acabamos creyéndonos nuestra propia historia reinventada a fuerza de insistir en ella.

Recordar es sano, pero no lo es tanto instaurarnos en la idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor porque podemos terminar creyéndonos que lo que estamos viviendo no merece la pena. Esta treta que nuestra cabeza inventa para sobrellevar nuestra existencia, aunque nos consuele y arrope, sin embargo es un juego peligroso que puede terminar desconectándonos definitivamente de la realidad. Si ya te ha pasado, párate a pensar cuánto te gusta tu presente. Cuando miramos atrás con excesiva nostalgia es porque el entramado de nuestra vida actual no nos gusta y nos agobia.

¿Por qué si no añoramos lo que ya vivimos?. En algún momento, sin darnos cuenta, congelamos en el tiempo los deseos y el instinto, sacrificamos un parte de nosotros. Y ahora lo cotidiano nos aburre y nos ata. Todo nos parece gris, y nos contamos la película de que estas son cosas de la edad.

Pero siempre estamos a tiempo de darnos cuenta. Cualquier instante y cualquier situación puede servirnos para abrir los ojos y tomar conciencia de cómo es nuestra existencia. Este es el primer paso.

Sea cual sea tu situación, puedes levantar un poquito la vista y ganar perspectiva. Siempre puedes conectar de nuevo con tu deseo de vivir y con la sabiduría interior que nunca te abandonó. No lo olvides, nunca es tarde para dejar de mirar al pasado y saborear lo que tienes en el presente, incluso darle la vuelta si lo deseas.