TRISTEZA: pérdida y dependencia

Pedro da clases de voz desde hace dos años. Es uña y carne con su profesor, tiene una gran afinidad y complicidad con él, y a Pedro esta sensación le da una seguridad enorme. Siente que progresa cada vez más, está muy satisfecho e ilusionado porque podrá cantar en un concierto que tienen programado para el mes siguiente. Pero en una fatídica semana, cuando Pedro va a su clase de técnica vocal, se entera de que el profesor ha sufrido un infarto de corazón y ha muerto.

Pedro está preso de una amargura infinita, está desesperado. Se siente como si le hubieran arrancado una brazo. Estaba tan unido a su profesor que éste se había vuelto imprescindible para él y ahora, se encuentra solo, desprotegido, incapaz de asumir el ritmo de ensayos durante el mes que le queda antes del concierto.

Pedro se ha derrumbado y se ha encerrado en casa. Pero, poco a poco, empieza a ver que dependía profundamente de su profesor, que por duro que sea, esta situación no es el fin del mundo y que su amor a cantar está por encima de su dependencia.

La tristeza, la depresión, la amargura o la nostalgia son emociones que nos atan a que  las cosas o las personas sigan siendo siempre igual. La intención oculta tras ellas es que nada debe variar para que seamos felices porque, si varía, nos moriremos o perderemos el sentido de la vida. Lo cual es una mentira, una excusa para no seguir hacia delante.

Piensa un segundo: ¿son las personas las que le dan sentido a tu vida –y si ya no están tú ya no sabes vivir sin ellas- o lo que le da el sentido a tu vida es que sigas tu camino a pesar de que las circunstancias ya no sean como antes?

No digo que no sea duro que nos falten personas, que haya que cambiar de casa o que los amigos que tanto queremos ya no estén con nosotros. Por supuesto que es humano y legítimo sentir dolor por las pérdidas o las separaciones pero el caso de Pedro lo que pone de manifiesto es que, cuando se derrumba y llora desconsoladamente, no se está dando cuenta de que depende de su profesor. Que está confundiéndose porque, más que unido a éste, estaba apegado. En realidad era como una droga y lo vivía como lo más natural del mundo. Y aquí está el problema: que cuando ya no tiene a su profesor se le caen al suelo todos sus referentes y no sabe ni quién es él mismo.

Nadie ni nada es imprescindible en nuestra vida. El sentido de la vida lo marca nuestro camino y nuestro propio desarrollo como personas

Hemos aprendido a vivir con muletas permanentes (personas, cosas, ciudades,…) que creemos son imprescindibles para vivir  cuando no las tenemos, pero no son imprescindibles. Sencillamente vivimos en un estado de dependencia que ignoramos. Porque es la dependencia la que, en el fondo, causa el malestar emocional.

Puedes contar con personas y cosas pero atención a que no se hagan imprescindibles. En el fondo, eres tú quien has  de buscarte la vida, lo cual te hace tener una responsabilidad que a lo mejor no estás dispuesto a asumir. ¿Por qué? Porque la seguridad de contar con personas y cosas estables te hace sentir protegido. Pero esa sensación de protección es sólo transitoria, no te aferres a ella. Porque puede cambiar en cualquier momento.

Claves para manejar este tipo de situaciones

  1. La tristeza te informa de que has de renunciar a lo que te daba seguridad y quizás no estás dispuesto a ello.
  2. No te agarres a muletas (hijos, parejas, trabajos…) Estas circunstancias son siempre provisionales y transitorias. Pueden cambiar.
  3. El único apoyo real, la única seguridad que tienes eres tú. Si cambian las circunstancias sigue luchando por tu objetivo. No caigas en la trampa de creer que es el fin del mundo y que has de tirar la toalla.
  4. Practica vivir en el cambio permanente, sin apegos ni dependencias. Ello te irá haciendo sentir una libertad y una autonomía que nadie, salvo tú mismo, puede darte.