En lugar de pedir o coger sin más el juguete de otro niño, Lorena primero le miraba muy fijamente, y luego apretaba los dientes y le clavaba las uñas en el brazo. Después su padre la regañaba muy educadamente, y las madres alejaban a sus hijos de ella, mientras él disimulaba.
En una ocasión el padre de Lorena, conteniendo la rabia, y apretándole el brazo le dijo: “Hija eso no se hace, pide perdón«, (proyección) pero enseguida se recompuso y siguió hablando como si nada. Se quejaba de que siempre era él quien tenía que cuidar a su hija por los horarios de su mujer. Parecía una persona reprimida y frustrada, y su hija también.
La educación que Lorena recibía de su padre, le impedía reconocer abiertamente que quería los juguetes de los demás niños, y que sentía mucha envidia de ellos. Con sus apretones de brazos a escondidas, su padre le decía: “está mal sentir envidia, tienes que disimular«. Por eso Lorena se volvió tan sigilosa como él, y sólo agredía a sus víctimas cuando las tenía muy cerca, sin llamar la atención.
La frustración de ambos fue en aumento. Y con el tiempo, escondiendo su rabia y su envidia, Lorena arrinconó estos sentimientos porque su padre se los prohibía, y aprendió a disimularlos para que nadie se diera cuenta de lo que realmente sentía. Pensaba que sentir envidia era algo malo, y se sentía culpable, así que rechazaba este rasgo suyo (sombra).
Si su padre hubiese admitido los sentimientos de su hija y los suyos, seguramente habría evitado el rechazo de los demás. Pero sobre todo, habría enseñado a Lorena a reconocer y aceptar esa forma de ser que no le gustaba de ella misma. La habría ayudado a conseguir los juguetes de los demás, o simplemente a aceptar que no se los dejasen.
¿Cuántas cosas sientes que te has reprimido en la vida?