Freno al acoso escolar

Es muy inquietante pensar que la única alternativa que ahora mismo encuentra un escolar de cualquier edad ante una situación en la que se siente indefenso es, o bien la resignación y el silencio, o en el otro extremo, la venganza y la agresión.

Peor aún es peor ver que cómo algunos compañeros agreden con total impunidad a otros, simplemente porque no les caen bien. La ausencia total de empatía que muestran hacia los agredidos, y el efecto contagio que se produce entre el resto.

Los dos últimos casos:

Una adolescente de 14 años se ha suicidado en guijón a causa del acoso escolar. La madre denuncia que el centro escolar lo sabía y que no la informó ni hizo nada al respecto.

En Vigo, los padres de un niño de 11 años, después de 3 palizas en el colegio con salida a urgencias denuncian el acoso escolar de su hijo. Lleva un mes sin acudir a clase y tomando ansiolíticos para dormir. El colegio se lava las manos y su directora habla en los medios como si fuera ella la víctima.

No olvidemos que la principal preocupación en la infancia y sobre todo en la adolescencia, es la pertenencia al grupo de iguales. Esto conduce en el caso de las víctimas a una indefensión aprendida y permanente con la esperanza de ser aceptados y en el resto de compañeros a una insensibilización ante el sufrimiento de éstos, también con la intención de no ser rechazados y pasar a formar parte de los “marginados”.

Víctimas y verdugos presentan el mismo problema: no conocen una alternativa a la agresión para resolver sus conflictos, ni siquiera saben cómo exponer su punto de vista y mucho menos disertar de los otros.

¿Cómo podemos preparar a los niños y los jóvenes para que resuelvan sus propios conflictos sin caer en estos extremos? Nuestra propuesta es formarles en educación emocional a lo largo de toda su formación académica.

Si a un niño de seis años, en lugar de repetirle lo que está bien o mal una y otra vez, conseguimos que reconozca que ha dado una patada al de al lado porque le ha sentado muy mal que se riera de él, y le enseñamos cómo puede superar su enfado o su rabia y hacer las paces con su compañero si así lo desea; entonces, estaremos sembrando para recoger en el futuro. Ese niño aprenderá más alternativas que la de pegar, insultar o callarse. No será víctima de cualquier circunstancia adversa, ni se sentirá traumatizado si sus compañeros un día le dicen que no quieren ser sus amigos. En definitiva, estará mejor preparado emocionalmente para vivir el sinfín de experiencias que le esperan todos los días.

Prevenir significa poner a tiempo en sus manos nuevas opciones.

Esta labor de educar en el reconocimiento de las propias emociones y las ajenas, es una tarea de prevención esencial que deberíamos promover en los centros educativos a lo largo de todas las etapas. Además es algo de todos, por eso:

• Comprendemos a los docentes, a pesar de la absoluta falta de implicación que muestran los centros educativos.

• Apoyamos a los padres.

• Y por supuesto, formamos a los alumnos.