Crisis e inteligencia emocional

Poco podemos hacer con la crisis financiera, pero lo que sí está en nuestra mano es la crisis de valores que nos tiene atrapados entre la incertidumbre y el miedo. Ahora más que nunca es necesario educar a las personas emocionalmente para que se hagan fuertes frente a las circunstancias adversas que nos está tocando vivir.

En lugar de perdernos en la queja y el sentimiento de impotencia, te proponemos una mirada hacia dentro, hacia nuestros valores, nuestro propósito de vida y nuestros proyectos.

¿Cómo puede ayudarte la inteligencia emocional en estos momentos de crisis? Reconociendo las emociones que siento e identificando el estado mental que las produce. Si me doy cuenta que emociones como el miedo, la incertidumbre, la rabia y la ansiedad son una gran oportunidad de aprendizaje, y no las rechazo ni intento evitarlas, podré descubrir qué creencias hay en mí que las mantiene. A través de mis emociones seré capaz de averiguar cuánto hay de mi cosecha en estas situaciones de dificultad y en lo que me va sucediendo, y a partir de ahí podré actuar libremente.

No derroches tus energías en quejarte y deprimirte, escucha lo que sientes y asume la responsabilidad de lo que te sucede. Principales emociones que debemos afrontar:

ANSIEDAD (agobio, angustia, excesiva preocupación). Sobreviene en situaciones que vivimos como amenaza, falta de capacidad o sensación de no poder con algo. Son situaciones en las que creemos que no conseguiremos todo lo que deseamos, damos vueltas a las cosas y nos falta claridad sobre el futuro. Pero aunque no sepamos lo que va a pasar, tenemos que actuar, porque la causa de nuestra ansiedad no es lo difícil de las circunstancias, sino lo inseguros que nos sentimos.

¿Cómo podemos manejar nuestra ansiedad? Reconociendo sin vergüenza la inseguridad de fondo, y la confusión que tenemos. Comunicando nuestros temores y tomando medidas con tiempo suficiente. La clave está en recuperar nuestra intención de hacer las cosas, en alinearnos con nuestras propias metas y poner en marcha todos nuestros recursos para lograrlas.

MIEDO (impotencia, frustración). Puede que sientas miedo porque no confíes en tus capacidades para enfrentarte a situaciones difíciles. Cuidado, porque el miedo se esconde de muchas formas y al final terminamos creyendo que en realidad no debemos hacer aquello que tanto tememos. Pero nada más lejos de la realidad, porque el miedo es la emoción de la falta de compromiso. Así que, aunque sientas miedo, hazlo igual. Siéntelo, no le evites y haz de todas formas aquello que dices que te asusta.

¿Cómo podemos manejar nuestro miedo? La solución está en no evitar, sino acometer, hacer aquello que te asusta a pesar de sentir miedo. Tu miedo te conecta con lo poco que confías en ti mismo, y tu responsabilidad es confiar en tu objetivo. El miedo quiere advertirte de todos los riesgos, te muestra dónde están tus límites personales, hasta dónde crees que puedes llegar. Pero si dejas de afrontarlo, estás cerrando las puertas a tu propio crecimiento y tolerancia, te estás frenando.

RABIA (indignación, ira). Date cuenta que lo te produce rabia no es la situación, sino tu intolerancia y tu creencia de que las cosas y las personas han de ser como tú quieres que sean. El problema es que cuanto más te empeñes en ello, más rabia sientes y más intransigente te vuelves. Además, exigir que la realidad se adapte a nuestro estrecho punto de vista nos trae deseos de venganza.

¿Cómo podemos manejar nuestra rabia? Un buen comienzo es compartir lo que necesitas y perder el miedo a entrar en conflicto. En momentos de indignación y rabia recupera tu creatividad, busca soluciones que abran nuevos caminos, nuevas ideas, y salte de los esquemas habituales.